AFP/Michal Cizek
Si el caudal del río Elba languidece, emergen las “piedras del hambre” (Hungersteinen, en alemán). Esparcidas a lo largo del lecho, sus inscripciones advierten de la hambruna que traerá la sequía en curso. Esta de aquí mostró la faz en 2018 en Děčín, República Checa. Su leyenda reza: “Si me ves, entonces llora” (“Wenn du mich siehst, dann weine”). La grabó el barquero y posadero Franz Mayer durante un período de descenso del nivel del agua, cuando el país aún era parte del Imperio austrohúngaro. Las más antiguas datan del siglo XV. Algo tienen de cápsulas del tiempo, de performance y de broma negra. Recuerdan a costillas de un hambriento que se hacen visibles cuando la piel se les adhiere.
Por supuesto, en muchos lugares existen las señales opuestas; me refiero a las marcas de crecida, que indican la altura que alcanzó una inundación. Se suelen grabar en un monumento o una placa alusiva. Muchas veces, las marcas de crecida son las mismas que deja el agua en algunas paredes sin que nadie se moleste en grabarlas. A finales de la los noventa, un huracán cubrió completamente varias casas de mi barrio en Acapulco; con el tiempo las marcas que dejó el agua se fueron convirtiendo en estrías en la piel de algunos muros que, al contrario de la piedra de la foto, dieron cuenta hasta desvanecerse de la obesidad súbita del agua, esa gordura de la lluvia, que tampoco viene bien en ninguna parte.
1 de julio, 2024